Rata de cañería

Por Fernando Miranda

Tiempo de lectura: 4 minutos

Podrida, con las ganas de querer a volver ser lo que en sus buenos días fue, pero ya esta casi muerta, podrida más de la mitad, adolorida por la pérdida de sus patas traseras. ¡Pobrecita! Gritó el médico sin poder atenderla, aunque le daba lástima. Mejor amiga en las noches de guardia. ¡Qué asquerosidad! Gritaba la encargada del personal en guardia. Yo sólo diré que esa pobre rata se lo ha buscado. Se buscó terminar olvidada, con la mierda del intestino hecha un gusanerío. Pero, ¿cómo fue que terminó así?

(…) había una colonia viviendo en terapia intensiva, una colonia que presumía de buen comer, de no correr ningún peligro durante la noche. Que hasta los hombres y mujeres que las llegaban a ver, no se asustaban. Al contrario, dejaban pequeños caminos de comida por las oficinas, consultorios y pasillos. Nadie iba, más que esa colonia rica. Nuestra pequeña rata moribunda, vivía en las cañerías de la planta baja. Aspiraba llegar más arriba, tan arriba para poder llegar a terapia intensiva. En su sueño, se tuvo que enfrentar a media colonia de ratas que se hacía a la mitad del recorrido. Ella los llamaba: enemigos. ¿Pero de qué? ¿De comida? ¿De basurero? Sólo no querían que pasara Rorro. Había una joven llamada Alin, pobrecilla enfermera creída, lo bautizó así. Se hizo tan amigo de Rorro, que hasta le hizo tener la razón. Todo por miedo a que no la mordiera. Alin no tenía mucho de haber entrado a las guardias, Bianca le había dicho que tenía que aprender de una u otra forma, y qué mejor donde se ama a Dios en tierra ajena. Bianca, también un tanto pobre y creída al tener que mandar a todos en la guardia. Disfrutaba hacerles la vida de cuadritos. Ella sí se asustaba con las ratas, un poco más que Alin, pero ella era el motivo por el cual siempre existían. No encontraba el coraje de poder exterminarlas a todas. Sin embargo, a Rorro, presentado por Alin, lo creía especial, tanto que le dio su propio escondrijo y una ración de pan diaria.

Foto En Primer Plano De Tan Rat

Rorro había llegado hasta el cuarto piso, donde era terapia intensiva. Ahí, codo a codo de las otras ratas que, en cambio a las otras cruzadas en su camino, estas no eran envidiosas. Ya que la comida sobraba. Los enfermos no comían su comida, la tiraban al suelo o, en su defecto, las charolas llenas iban a parar a una tarja, a un lado de los cómodos sucios y limpios. Allí, conoció a Lucio, un doctor muy bondadoso, lindo, con cara de actor de telenovelas. ¡Semejante papucho! Pero no, sólo era un doctor. Él lo alimentaba demás, le hacía creer que era la rata más especial, pero también le daba consejos. Entre dientes le enseñó a destacar, y en ocasiones él mismo lo defendía de los demás. Lucio creía que cuando a las ratas se les brindaba una amistad, éstas serían recíprocas. Sólo alimentaba a una gran rata de cañería. Más y más internos llegaban a las guardias, entre ellas Maxima, muy buena en lo que hacía, siempre a tiempo. Su segundo nombre era puntualidad. También Morgana, esta última era la que más destacaba. Inclusive, fue Rorro en su momento, muy admirador de ella, dándole el reconocimiento que se merecía. Ella habría de detestarlo porque fue a ella, a quien le mordió la mano, esa que fue buena con él. Finalmente estaba Jazmín. Ella era como un remolino, a todos veía, de todos se preocupaba, de los enfermos se encargaba, de las ratas pendejas también. Manuelito la admiraba de lejos.

Cuando Bianca vio que sobre alimentaban a las ratas, ordenó a Lucio a que ya no lo hiciera más. Durante el día ninguna salía, durante la noche, se podría convivir entre todos y sin ningún grito. Pero no se quien fue, tal vez todos, o bien el encajocismo de Rorro, que a pesar de haber sido una rata flaca de cañería, hoy era la gran gorda de todas. Ya no caía bien, todos les daban de comer pero ya con cierto desprecio. Abusivo, huraño, y también un maldito traidor. Yo creo que fue Alin, tan pobre, tan sutil. Que ella fue la que puso las veinticinco trampas de las cuales, solo a una sobrevivió Rorro. Lucio me dijo que fue Bianca, pero, ella solo se quejaba, más no hacía nada.

Al final, terminó como empezó. A la mitad de su peso, porque ya sólo la mitad vivía, y ni su mejor amigo, el doctor Paulina, pudo devolverle la vida. Contentos porque la rata más encajosa había sido exterminada. ¿Podría llegar alguna rata peor? No, porque ninguna rata de cañería aspira a más de lo que su vida tiene. Este Rorro aspiró a mucho, sin tener un talento y ser un narcisista conservador. Al final he de contar que yo, Félix fui quien puso las trampas. Y me da gusto haberlo hecho, porque ya no estará más…

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Anónimo dice:

    Muy buen artículo, me pareció bastante intrigante e interesante.
    -Arlet Mtz Gómez

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  2. cheverisimolibros dice:

    Cierto aire a Poe, o ¿tal vez a Lovecraft?, se respira desde la primera Línea. Muy interesante el cuento. Felicitaciones.
    William

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