Los héroes de una patria ajena

Por Luis Puertos

Tiempo de lectura: 3 minutos

A lo largo de la historia de México, como en casi toda Latinoamérica, la sombra de los intereses estadounidenses ha mermado por casi todos los gobiernos y en algunos momentos más evidente que en otros. Pero hay una ocasión que se debe rescatar la memoria de aquellos que, siendo parte de las fuerzas invasoras o intervencionistas, pasaron a pelear por defender a aquellos que no solo vieron tropas o carne de cañón, sino que compartían fe e incluso una búsqueda de libertad en conjunto.

En 1846 el ejército estadounidense invadió a México, con el objetivo de hacer crecer su país. Establecieron primero la República de Texas en nuestro territorio, mediante un lento proceso de poblamiento que a partir de 1822 se estaba llevando a cabo, y luego trataron de tomar los estados de Coahuila y Tamaulipas. Cuando el ejército arribó a Matamoros, un joven soldado irlandés llamado John O’Riley o solo John Riley comenzó a visitar la iglesia de la ciudad.[1]

El ejército estadounidense comenzó a desconfiar de este y otros jóvenes católicos, pues consideraban que sus ideologías comulgaban más con Roma que con Washington, y esto podría resultar en que se unieran a los mexicanos, pues compartían la misma religión.[2] Además de esto, dentro del imaginario estadounidense que tiende a autodenominarse el ejemplo a seguir del mundo, siempre han negado su multiculturalidad nacida de todos los migrantes europeos, asiáticos, latinos e incluso de sus propios pueblos nativos, algo que entre sus ejércitos siempre está presente, los malos tratos y la indiferencia ante quienes son sus subordinados.

Hombre Estar De Pie, En El Escenario

Los irlandeses, especialmente su jefe John Riley, sabían que la guerra de Texas era sólo un pretexto para apoderarse también de otros estados del sur. El presidente Polk, había ofrecido al gobierno de México 5 millones de dólares por el Estado de Nuevo México. Ante el rechazo de esta oferta, Polk escogió otra solución, declarar la guerra. Muchos irlandeses habían visto una patria caída ante el poder de una armada superior, durante mucho tiempo se habló que esto pudo influir en la decisión de los irlandeses de dejar las filas estadounidenses y seguir no solo a Riley, sino al ideal de libertad que presumía el ejército estadounidense, por lo mismo y ante esta decisión John Riley se pasó al lado mexicano.

Después de John, muchos otros miembros abandonaron a los estadounidenses para unirse al ejército mexicano, pero ¿por qué sucedió esto? Una razón podría ser la diferencia en las religiones; es decir, mientras los estadounidenses profesaban el protestantismo, John y los demás desertores habían crecido en un ambiente completamente católico, como lo dijimos antes. Por lo tanto, al ser discriminados, víctimas de burlas y notar que el trato era igual para los mexicanos, terminaron sintiéndose mucho más cercanos a los invadidos que a los invasores.

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Entonces, los irlandeses se agruparon y tomaron sus armas para sumarse al ejército mexicano. Como símbolo de su unión con los contrarios elevaron una bandera. Esa insignia de fondo verde presumía un arpa dorada, la frase Erin Go Bragh (Irlanda por siempre) y la imagen de San Patricio, el santo patrono de Irlanda, y fue por él que el grupo es conocido como el Batallón de San Patricio. El Batallón de San Patricio fue pieza clave en las luchas de Monterrey y Angostura, pero finalmente cayeron cuando las fuerzas armadas mexicanas se habían resguardado en el Convento de Santa María de Churubusco, donde fueron sorprendidos por el ejército estadounidense, dirigido por el general Twiggs. Se inició un enfrentamiento armado. Pronto, el ejército mexicano se quedó sin municiones y fueron vencidos. Después de este fracaso, los estadounidenses sometieron a los mexicanos y condenaron a los desertores irlandeses y alemanes a morir ahorcados mientras se alzaba la bandera de los Estados Unidos en el Castillo de Chapultepec.

Hay algo que no debemos olvidar de la historia de estos héroes nacionales venidos de otras tierras y es que aquellos que se autodenominan líderes no siempre lo son, son quienes principalmente llevan a cabo los actos más arbitrarios e injustos posibles, dejando no solo dolor e incertidumbre en quienes intervienen, también dejando ver que por la fuerza solo nace la resistencia y la búsqueda de la libertad. Los patricios son solo unos de los muchos que ante los malos lideres, buscan un camino que los lleve a la promesa que estos mismos hicieron y que aun en la perdida de sus batallas, ganaron más que aquellos que despojaron de todo el norte de nuestro país.

Referencias:


[1] https://mxcity.mx/2018/03/la-historia-del-batallon-de-san-patricio-o-los-irlandeses-que-defendieron-a-mexico/

[2] Tomado de: https://www.mexicodesconocido.com.mx/batallon-de-san-patricio-irlandeses-que-defendieron-mexico.html

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Interesante pasaje de la historia de nuestro país. Me viene a la memoria el cuadro final de 1984 con la psique de Winston totalmente entregada a los ideales del Partido, y encuentro un cierto consuelo en qué quizás, estos héroes de sus ideales, encontrándose entre los 3 palos, en un último instante de conciencia, se vieron inmersos en la gloria cálida que otorga la lucha por el ideal libertario.

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  2. cheverisimolibros dice:

    Un artículo bien estructurado con un aire de historia novelada. Un pasaje de la historia que llama mucho la atención por su componente religioso. Una relación, incluida en el último párrafo, sobre los malos líderes, las batallas perdidas, en este caso el del batallón de San Patricio, y el triunfo de los que podríamos llamar «los malos», que da para un análisis más profundo en otros artículos relacionados.
    William

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