Infiernito

Por Fernando Miranda

Tiempo de lectura: 3 minutos

Acá entre nos, es el mejor lugar en el que se puede vivir, sin embargo, es el peor en donde puedes terminar los últimos días de tu vida. Es, como se ve una tarde de lluvia en pleno diciembre: apacigua toda la alegría de las fechas decembrinas. No se quiebran piñatas, no se prenden luces de pólvora, mucho menos los ratones encenderán. Apaga todo lo que una vez fue vigoroso, joven, con talento, con fuerza, y lo transforma en un viejo costal vacío ya sin ninguna aspiración o sueños.

Los lugares se quedan, las vidas se derraman como la cera en las velas de una triste habitación a obscuras, juntándose las tragedias en un minuto que nadie va a contar bien, porque se volverá la comidilla, chisme, y también chascarrillos sin lugar oportuno.

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-Cruz, te mencioné que no me gustaba que vinieras sola, no desde la vez que te animaste a buscarme entre mil puestos a las orillas y gente sin cubrebocas escupiendo.

-Lo sé, pero la apuesta sigue, y no me podría dar el lujo de perder.

-Entiendo, pero piénsalo dos veces.

-¡Ahora me dices lo que tengo que hacer! Que cosas muchacho. No vengo porque salgo sola, y me chiflan, y se me quedan viendo muy morbosos. Pero eso puedo tolerarlo.

-No debes.

Caminando, llego el punto en que ya el pavimento quemaba en la planta de nuestros pies, ya hacia sed, además de que hartaba ver rostros ajenos.

-¿Cómo es posible que aquí todo sea tan bárbaro? Es como uno de esos libros del realismo mágico, que te vislumbran con el folclor de la gente. Tan simple que es al verlo, y tan colorido cuando se lee sobre la tinta de un buen escritor. Tú eres bueno. ¿Por qué nunca escribes de ello?

-Trataré de escribirlo, aunque muy pocos de los que estén aquí tal vez lo lean.

-Así murieron muchos sin saber que están de inmortales en un polvoriento librero.

Entonces me di la idea de contar a Cruz, los sucesos que he tenido que recordar hasta que muera o esté senil. Cruz, también me dijo que me quería, que intentaba hacer las cosas bien a pesar de estar distante; pero tan malo soy que no quería que estuviera lejos, y por eso y otras cosas me fui, sin avisos, sin reproches, sin insultos. Me fui no solo porque ella tomó su distancia, sino también porque ya no íbamos juntos, ya éramos tan ajenos a nuestra religión, que nuestro mismo Dios dijo en un sueño taciturno que en esta vida no, no se podría vivir a metros queriéndose cómo si estuvieran juntos.

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Cruz, después de fechas importantes, te contaré por qué no fue bueno que te fuiste y no volviste nunca: pero era necesario porque aquí corres peligro. En este infierno no hay distinción, o entras o entras. No hay salida, y sí se sale es con los pies por delante. No quería perder en vida a quien conocí muerto. Entonces en una noche de jueves, antes de empezar a trabajar en ese espacio, me comeré las uñas por no verte: rezaré, pediré, – inclusive – perjuraré si es que no tomas en cuenta todo lo que te he dicho. Porque también se vale arrepentirse cuando las promesas ya se hicieron. Todo debería ser así, y todo sería sano, porque aún te quiero y trataré de conservar un buen recuerdo tuyo de cuando estabas, cuando decías cosas buenas, donde alimentaba mi alma y el escaso ego que tengo. Perpetuos en una eternidad solitaria quedan nuestros sueños juntos, que ahora se quedan siendo grapas sin engrapar nada, echadas al vacío de un suelo frío, de color cemento sucio.

No puedo creerte, aunque quisiera, te juro que me hubiese sido más imbécil para seguir ahí. Aunque no dudes de mi capacidad para volver. Capaz en esta ocasión si me matas. Mientras, si pasas en ese pasillo, me iré agotando la vida, tal vez durmiendo, o al menos viendo un muladar de gente hambrienta. Espero confundirte con alguien que no conozco, que roces mis ojos con tu fría indiferencia para decirte en mi sentencia que mucho y poco sirvió tu estancia, si todo se ha vuelto una mierda. Quisiera no contarles de ti, y por eso contaré que pasara mañana viernes. Otro de muchos viernes contigo o sin ti. En realidad, no llegaste a cambiar nada de lo que crees que has mejorado. Todo empeora día con día.

–¡Lleve bara, lleve bara, lleve bara, lleve bara, jefaaaa!

–¡Si, si hay taquitos cuaaaantos!

–¿Cómo cuál buscabas amiga? ¡Te damos precio!

–¡Siete taquitos de canasta $10, son siete por diez, siete por diez!

–¡Agüita E-pura a diez. Diez pesos seño!

–¿Qué número buscabas, rey?

(murmullos, y más murmullos de gente extraña).

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Josefina Miguel Vilchis dice:

    En qué Estado está el lugar?
    Existe o es mítico?

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  2. Lizeth dice:

    Me resulta interesante el fragmento de entrar al infierno mismo que es representado a través del día a día, nos damos cuenta que encontramos gente maravillosa cuando perdemos la esperanza y ellos son los encargados de hacernos creer nuevamente en nosotros. De igual manera tiene razón en cuanto a las promesas, hay momentos en los que debemos olvidarás para estar bien con nosotros mismos.

    Me encantó el relato, como siempre nos traslada a ese lugar.

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    1. Fernando Miranda. dice:

      Mucho gusto, si existe, de hecho es un tianguis que tiene lugar en el municipio de Nezahualcóyotl, estado de México. Cercas de su célebre coyote rojo.

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  3. Liz A dice:

    Me encantó el relato! Sin duda nos transporta al lugar y nos hace imaginarnos cada párrafo del mismo. Como siempre, fascinada con los textos de este gran autor!

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    1. Anónimo dice:

      En la primer leída lo intuí . A la segunda lo confirmé :un aire a Juan Rulfo se respira en este viaje al infierno estilo mexicano. Me gustó… me gustó… felicitaciones
      WASC

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