Ómicron y el corazón olvidado de la humanidad

Por: J. Efraín Herrera Orea

La temporada otoñal se comenzaba a llenar de un aire de tranquilidad, las actividades poco a poco habían regresado a sus ritmos ordinarios. Con cierta ingenuidad pasamos Halloween, Día de Muertos y llegaba la esperanza de recuperar la Navidad y el fin de año. Ahora, al final del calendario surge una especie de déjà vu. Una vez más, aquel señor al frente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) tenía que salir ante las cámaras a decirle al mundo que no se ha terminado, que incluso el peligro podría ser preocupante. Así, fue anunciado que se había detectado la nueva variante del virus más famoso del mundo, bautizada como Ómicron.

Esa calma otoñal se transformó rápidamente en una oleada de hechos que han revelado problemas que han estado ahí desde hace mucho tiempo y que se acentuaron con la pandemia. El descubrimiento de Ómicron en Pretoria ha puesto de por medio, no solo los débiles niveles de vacunación en África, sino también las profundas y antiguas dinámicas de marginalización y pobreza del continente que alberga cerca del 15% de la población mundial. Desde el momento del anuncio se han presentado decenas de restricciones de viaje y cierres de fronteras a pesar de su poca efectividad. La OMS, (2021) incluso advierte que pueden repercutir negativamente en los esfuerzos sanitarios mundiales durante una pandemia, al desincentivar a los países para que informen y compartan los datos y resultados.

Una hipótesis que intenta explicar la nueva mutación apunta a la desigualdad en la cobertura de vacunación en África y a la ampliación de estas campañas como posible solución a la contención de la siguiente variante (Head, 2021). Dicha postura ha sido respaldada por funcionarios sudafricanos y de la Unión Africana señalando el acaparamiento de vacunas por parte de países desarrollados, además, reclaman que las prohibiciones de viaje equivalen a un castigo por conseguir y comunicar un resultado científico (BBC, 2021).

Frantz Fanon (2018), teórico de la descolonización, escribe en su célebre obra de 1961, Los condenados de la tierra, refiriéndose al mundo subdesarrollado sobre la geografía del hambre, a ese mundo en la miseria y sin médicos e ingenieros. Asimismo, lo contrasta con las grandes riquezas de las metrópolis acumuladas gracias al trabajo esclavo. Además, denuncia la manera en como los jefes de Estado de potencias capitalistas hacen llamados para ayudar a los pueblos subdesarrollados. Fanon apuesta, en cambio, no por el agradecimiento de la caridad, sino por una justa reparación. Explica que la ayuda debe consagrar la doble toma de conciencia, el entendimiento de los colonizados de que las potencias tienen una deuda y, para estas, el compromiso irrefutable de que tienen que pagarla.

Bien adentrado el siglo XXI y en plena globalización, la vulnerabilidad del África continúa siendo una constante del escenario internacional. La profesora Hilda Varela (2007) argumenta que, específicamente, la región subsahariana es probablemente la más marginalizada del mundo. La autora recupera el concepto de marginalización del economista egipcio, Samir Amin, quien la entiende como:

Una forma específica de inserción en el sistema mundial de países pauperizados, casi siempre con instituciones internas frágiles, que están fuera del proceso mundial de toma de decisiones, pero que se encuentran integrados en el sistema a través de relaciones de explotación y subordinación (p. 11).

La autora hace hincapié en las referencias simplistas y reduccionistas que abundan sobre África subsahariana como una región estática, víctima de una fatalidad histórica y constantemente aquejada por cosas negativas. En este sentido, el principal problema de dichas referencias recae en que estas acostumbran a estar motivadas por un profundo racismo, frecuentemente, no asumido. Por otro lado, Varela apunta sobre el papel que las élites africanas desempeñan como agentes y copartícipes de la pauperización.

Como se puede ver, la lentitud de la campaña de vacunación, el acaparamiento de insumos y las reacciones a la aparición de la nueva variante obedecen a razones históricas y a los complejos procesos de la globalización. A pesar del tiempo, se puede recurrir al cuestionamiento hecho por Fidel Castro en la Asamblea General de Naciones Unidas en el lejano 1979:

Unos países poseen, en fin, abundantes recursos, otros no poseen nada. ¿Cuál es el destino de estos […] ser eternamente pobres?, ¿para qué sirve, entonces la civilización, para qué sirve la conciencia del hombre, para qué sirven las Naciones Unidas? […] No se puede hablar de paz en nombre de decenas de millones de seres humanos que mueren cada año de hambre o de enfermedades curables […] Me dirijo a las naciones ricas para que contribuyan, me dirijo a los países pobres para que distribuyan. (Cubadebate, 2016)

La neumonía que apareció en China a finales del 2019 que congeló al mundo y lo obligó al gran encierro está por cumplir dos años. La pandemia de Covid-19 tiene a la sociedad internacional encontrada entre miedo, incertidumbre y episodios esporádicos de esperanza. La solución a la emergencia sanitaria global parece que ha pasado de los laboratorios a las salas de juntas y a las tribunas de los congresos. Y es que, con el surgimiento de las vacunas, así como los nuevos esfuerzos para generar antivirales, la pandemia ha pasado de ser un problema primordialmente científico, a uno estrictamente político. Es decir, el impulso para acercarnos como humanidad al final de la tormenta yace en las decisiones que puedan tomar gobernantes, empresarios y en las exigencias ciudadanas por una gestión solidaria de la crisis. Todos esperamos que ómicron sea el último rival por vencer en este largo episodio que ha transformado el mundo, quizá, de forma definitiva.

Referencias:

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