Por: Ángel Labra
Tiempo de lectura: 4 minutos
¿Recuerdas aquella chica en el vagón del metro? La ligereza de la noche a las 3 am, las cabezas flotando en alcohol, los sonidos apagados, y su sonrisa pícara despertando un destello de conciencia entre nosotros.
Me levanté del asiento con los ojos puestos en los suyos. Unos ojos obscuros. Una sugerencia tan ligera como nuestras cabezas. La mía extraviada en otros tiempos: Las tres Gracias llamaron tu atención, las Meninas, y las pinturas negras me secuestraron lejos del sueño de aquella tarde en Madrid.
¿La recuerdas?, algunas horas antes, cuando la cruzamos en el vagón, inmersos en la multitud de autómatas, sin el encanto de los sueños líquidos en nuestras cabezas, con la suerte de la casualidad instantánea. Más tarde, en el vagón, camino al apartamento, desde un paraíso ajeno nos dedicó la fatalidad de una sonrisa pasajera. Me acerqué a confesarle el encanto que despertó en nuestra curiosidad. Sus ojos llenos de una negrura insondable me respondieron con un brillo coqueto y el nácar de su sonrisa.

En el vagón, con la cabeza hirviendo, las memorias derritiéndose y la sonrisa de la maja combinándose con la esmeralda de tus ojos, volví a los pasillos del Prado, e incluso más atrás en la cronología de mis días: a la textura húmeda de un sueño agonizante electrizando mis labios, a suspiros que perdí en la distancia y en encuentros pasajeros, y a la esperanza inútil de verla una vez más en su blanca desnudez.
Nos perdimos a la maja del Prado, y a cambio la casualidad nos obsequió a la maja del metro a las 3 am. Su cabello obscuro colgando hasta los hombros, la lividez de sus facciones, la curva fantástica de su nariz, y esa sonrisa extraída del retrato de alguna musa, inflamaban el nervio de nuestros amores torcidos. Al brío sensual de su mirada, siguió el movimiento ondulante de sus labios, el chasquido de su lengua asaltando nuestro sueño etílico, y la frase que un olvido monstruoso se tragó. La memoria tiene sus contradicciones, y aunque esa frase se ha escapado al escrutinio de mi conciencia, aún recuerdo tu mirada esmeralda de la tarde.
La reminiscencia del estanque con los patos, y el pequeño puente de concreto elevándose sobre el musgo. A nuestro alrededor, el espejo de cristal acuático sobre el que navegaban los patos, los árboles centenarios observando en silencio, y la llovizna escurriendo nuestros deseos sobre la piel. Mirando a tus ojos de transparente esmeralda, con las goteras de la soledad haciéndose escuchar en nuestras miradas, supimos que estábamos ahí, casi congelados por la melancolía del viento, para compartir una soledad ajena. Una serie de conversaciones y confesiones, las caminatas sobre cuestas y pendientes medievales, la danza sutil de nuestros labios que se rentaron por algunos meses para jugar al amor, y la gotera de una soledad más profunda haciendo pequeños estanques en el piso del apartamento.
El ring de la alarma a las 7, y el resonar de los instantes que compartimos, nos alcanzaron hasta Madrid para diluirse con la lluvia y la figura de la maja saliendo del vagón.
El nebuloso recuerdo de la maja de cabello obscuro, de los ojos ébano, y de la frase que se perdió en el laberinto de mis recuerdos aún me sobresalta en las escasas tardes de ensoñación que invaden mis días más grises. Aquella noche, la maja nos sonrió desde un sueño imposible como el sol y la luna colgados en la bóveda, brillando bajo el mismo cielo. Solo en la imaginación de los excéntricos, los caminos divergentes se cruzan como en una recta secante: puntos del cosmos que se vuelve un instante compartido en una eternidad sin coincidencias. Nuestras sonrisas se perdieron en la complicidad del momento, mientras tanto, la maja, alejándose de la breve intersección de nuestros destinos, salía a una noche que ya se nos escapaba.

Que regocijo y que poco común hacerle caso a Goethe, sólo por puro ocio, y vivir la otra mitad de la vida, o el tercio que en realidad es; la noche. La noche con todas sus propiedades. Un gusto leerte Ángel, me viví por un momento a España, las memorias, la consciencia y el poder de la creación.
¡Saludos!
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