Por Luis Puertos
Tiempo de lectura: 4 minutos
Camino entre los pasillos del que será mi nuevo hogar, siento la sensación de nervios por no saber que depara el futuro y una extraña sensación de pesar que desde hace unos meses no me deja ni un segundo. Me paso en la entrada del edificio de la universidad y saco mi celular, las siete de la mañana, el aire en ese instante me llena de una sensación de escalofríos y nervios, apartando por unos segundos la vista del celular, miro un colibrí pasar a mi lado, sus tonos rojizos y azulados son lo único que puedo ver cuando levanto la mirada, es como si el viento lo llevara en esa danza eterna que da la vida; veo a mi alrededor y soy el primero en llegar, solo están los encargados del evento para los nuevos alumnos. Respiro hondo, -demos el primer paso- me digo para entrar.
Hago el protocolo para entrar, pero me preguntan qué porque llego tan temprano, -No lo sé, simplemente no hubo tráfico- digo. Doy un par de pasos y me pregunto – ¿Por qué carambas llegué tan temprano? -, salí temprano porque quería ver a una chica, pero ella no quiso verme, lo malo, hasta que estaba en el lugar acordado me dijo, tenía poco más de hora y media libre, pero mis pasos me trajeron aquí. Temprano.
Aun así, no me es raro llegar temprano. Camino entre las sillas vacías, donde en unas horas todos los que serán compañeros de generación se sentarán. Pero ahora, estas sillas solo me hacen pensar lo absurdo que debo verme entrando yo solo, tan temprano y tomando la silla más cercana a lo que parece será el podio… respiro… tomo mi celular… en eso veo, tengo un mensaje de la chica diciendo que no le dieron permiso y no podía decirme antes, pregunto dónde estaba y en mi mente se formula la idea de solo ver el mensaje, pero algo me impulsa a tomar una foto. Solo una foto. Solo eso respondo. Veo que viene una chica, se sienta a mi lado y además de percibir un aroma que me hace recordar un jardín lleno de gardenias y rosas, no le doy mucha importancia.

Veo mi celular, comienzo a borrar fotos, he tomado la decisión de dejar ir el dolor, la pena y el sentimiento de culpa continua. Llego a una foto, una foto que tome cuando me sentía vacío, entonces escucho una dulce voz: – …Que foto tan linda-, ni siquiera me molesto en voltear, solo respondo: – La verdad es más triste de lo que parece -, suspiro, un suspiro que me parece dura una eternidad, pero al mismo tiempo borra todas esas sensaciones y solo deja una, calidez. – Aun así, por eso es linda-, en ese momento volteo y veo una sonrisa, una sonrisa tierna, llena de vida, llena de alegría. A partir de este momento comenzamos a platicar, de fotos, de nuestras vidas, incluso de dónde venimos y cómo llegamos hasta ese momento.
Para cuando me doy cuenta, la presentación para la nueva generación lleva ya unos minutos hablando de talleres extracurriculares. -Ya no sé ni de qué hablan- digo mientras intento acomodarme en mi asiento, pero después escucho: -La verdad ni yo me había dado cuenta, hace mucho no hablaba con alguien así-. Fácilmente hemos hablado más de una hora y me doy cuenta de que no sé ni cómo se llama, simplemente hablamos como si nos conociéramos desde hace años. Tal como cuando te encuentras a un amigo del que llevas años de no ver, pero aun así no sé quién está a mi lado, haciéndome sentir como si este tiempo no hubiera pasado. – Perdón, pero ni siquiera he preguntado tu nombre- le digo mientras escucho que la presentación del grupo de teatro de la universidad comienza su presentación, – Thania –, la escucho decir mientras volteamos a ver a los chicos. Cuando terminan volteo y digo: -Luis, no sé por qué, pero siento que nos conocemos de algún lado. -. Entre los dos comenzamos a intentar hacer memoria si es así, decimos cosas de nuestras escuelas, donde vivimos, incluso donde hemos ido de viaje para intentar ver donde había visto esos ojos, esa sonrisa… pero después de un rato, nada, simplemente este es el primer instante en el cual tomo su mano, el primer instante donde reímos juntos, donde el tiempo queda en segundo plano y el universo guarda silencio solo para ver a dos personas encontrarse un día cualquiera.

Después de eso ella voltea y me presenta a su amiga, una chica que ni siquiera había visto, para empeorar las cosas, ella llegó en el mismo momento que ella se sentó a mi lado. Para estas alturas, ella está más que molesta, yo he acaparado la atención de su amiga, pero para peor de las cosas, ella le dice que si mejor van a las actividades con los de sus carreras. Reacciono a lo que nos dijeron, ir con los de nuestras carreras para conocernos. Simplemente nos decimos que más tarde nos vemos. Así cada uno va en una dirección.
Un par de horas pasan, cada que puedo volteo mi mirada para ver si, aunque sea a lo lejos la veo. Veo el verde del pasto, las jacarandas a punto de abrir sus flores, los chicos de otras carreras corriendo de aquí para allá, pero mis ojos no encuentran lo que buscan. Escucho una canción a lo lejos, no puedo evitar reírme porque se llama casualidad o destino, me siento en un troco cerca de los demás y pienso en lo que está pasando. Me siento el tonto más grande del mundo porque en la mañana estaba molesto y harto por lo que había estado viviendo los últimos meses, quería huir de eso desde hace tanto, pero creía que no podría, pero ahora después de una pequeña charla, vuelvo a sentirme libre, vuelvo a ser aquel que camina solo y sonríe como un tonto por pensar en una sonrisa.
Me gustó mucho el escrito, atrae la atención del lector. Muchas felicidades al autor. 🙌
-Arlet Mtz Gómez
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Me encantó la sensibilidad pero a la vez la valentía de encarar las emociones en estos tiempos hemos perdido hasta la sensibilidad de leer algo tan hermoso como esto…
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Me encanto como relata la historia, con esos detalles que logran que te imagines todo, además que juró que pensé, ¿porque no le pidió su número telefónico?.
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