Por Luis Puertos
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Existen lugares sagrados alrededor del mundo, pero Jerusalem o Jerusalén destaca de todos ellos, un lugar donde la llama de la fe ha estado presente a lo largo de los siglos, se convirtió en un lugar que enmarco a tres grandes religiones, pero lejos de revestirla con la armonía y paz que un lugar sagrado debería tener, según lo pienso, esto trajo consigo una serie de enfrentamientos, políticos, religiosos, sociales e incluso culturales desde que podemos registrarlo en la historia hasta el día de hoy.
La primera llama en encenderse es del primero en llegar y reclamar esta tierra como santa, que fue el judaísmo. Para esta religión, Jerusalén es la ciudad sagrada y el hogar ancestral y espiritual del pueblo israelí desde el siglo 10 A.C., cuando el Rey David la eligió para construir el Templo Sagrado dentro de sus antiguas murallas. Antes de esto, la tierra de Canaán es prometida al padre de este pueblo, Abraham, quien sale de una aldea de Ur, en la antigua Babilonia. Es considerada el centro del mundo y el lugar donde Dios residió, donde descansaron las lozas escritas por el puño y letra de Dios y donde aún hoy, cada judío debe visitar por lo menos una vez en su vida.[1]
Dentro de la ciudad se encuentra el Muro de las Lamentaciones, para los judíos que fue parte del templo construido sobre el antiguo templo del Rey Salomón. Según la tradición, se ubica sobre el lugar donde Abraham, el patriarca de la religión, iba a sacrificar a su hijo Isaac. Además, está el Monte del Templo, donde estaban guardados los Diez Mandamientos que Dios le presentó a Moisés.

La siguiente llama fue la de la religión católica, el hijo de Dios tuvo su última cena, fue capturado por los romanos, crucificado y luego resucitó en esta ciudad de Israel. En el cristianismo. Según la tradición descrita en los evangelios del Nuevo Testamento, Jesús fue criado en esta ciudad, entonces parte de Judea, provincia del Imperio Romano. Allí predicó y obró algunos milagros. El Evangelio de Marcos asegura que limpió el Templo principal al expulsar a los mercaderes que lo habían inundado.[2]
Si bien, originalmente Jesús, Joshua, Josué o cualquiera de sus otras traducciones era de ascendencia judía y fue criado en esta doctrina, el vino a dar una enseñanza que según la biblia vino a romper las viejas costumbres que se habían alejado de Dios. Por esto se volvieron un peligro, tanto para los propios judíos como para los Romanos que llegaron a conquistar las tierras de palestina solo 39 años antes de lo que conocemos como su nacimiento. La persecución de los romanos a los cristianos en los siglos posteriores hizo que estos se alejen de la Tierra Santa, mientras esto pasaba, en el año 70 d.C, los judíos se rebelaron. Tito, el hijo del emperador Vespasiano, marchó contra ellos y destruyó Jerusalén y el segundo templo que Herodes el Grande había reconstruido, también Masada fue tomada y destruida. En el año 313 Constantino (emperador del ya imperio de oriente) y Licinio (emperador de occidente) promulgaron el Edicto de Milán por el que se prohibía perseguir a los cristianos y a otros grupos religiosos minoritarios.[3] Para este momento los cristianos eran todo menos un grupo minoritario. Existían en el imperio 1.500 sedes episcopales y unos seis millones de habitantes de los cincuenta con que contaba el imperio practicaban el cristianismo. Dentro de esta ciudad se construyeron nuevas iglesias y el lugar se convirtió en punto de peregrinación para los cristianos de todo el mundo. Esta tradición que se ha mantenido hasta el día de hoy pese a las turbulencias políticas en la zona a lo largo de los siglos.

Y la última, pero no menos importante en esta zona es la llama de la fe del islam. Junto a La Meca y Medina, Jerusalén es una ciudad santa para la tradición suni de esta religión. Surgiría cerca del siglo VII, por ahí de la edad media, se dice que surge un intento más de dios por establecer un credo fiel a sus designios y plan divino.[4]
Dentro de lo importante a recalcar es que para los creyentes del Islam, el mensaje de Dios hacia el profeta era que los hombres debían dejar de adorar otros dioses y se dieran cuenta de que era el único, mensaje que primero recibieron los judíos y después con el profeta Jesús, los humanos habían terminado distorsionando el mensaje divido para su propia conveniencia, debido a esto este sería el último intento del dios único por llevar a la humanidad por el camino correcto y así sería hasta el final de los tiempos. Según la creencia, el profeta Mahoma visitó la ciudad, donde rezó y luego visitó el Cielo en una noche del año 610. También se reunió allí con otros profetas de su religión: Abraham, Moisés y Jesús. La ciudad fue la primera dirección a la que los antiguos musulmanes rezaban, la cual cambio luego a La Meca.
La Cúpula de la Roca, edificada entre 687 y 691 es el lugar que, para el islam, Abraham fue a sacrificar a Isaac. También está la mezquita de Al-Aqsa, el templo musulmán más importante de la ciudad desde donde se cree que Mahoma ascendió para visitar a Alá. Este es el tercer sitio más sagrado de esta religión por detrás de La Meca y Medina, en Arabia Saudí.

Muchos aún discuten y generan enfrentamientos porque debería tener el control de esta ciudad que alberga una historia en común, que, si quitamos los dogmas y las costumbres, es solo un intento de un único ser creador que busca unificarnos, pero parece que estamos empeñados en seguir viendo al otro como enemigo.
Referencias:
- [1] Miguel Saidel, Interpretación de la historia del pueblo judío, pp. 14 – 23 y 32 – 36 https://libros.uchile.cl/files/presses/1/monographs/745/submission/proof/files/assets/common/downloads/publication.pdf?uni=c381f38a5d43cb9032a78399de9ffba0
- [2] Hans Küng, El cristianismo. Esencia e historia, pp. 11 – 16. https://www.yumpu.com/es/document/read/14379442/el-cristianismo-esencia-e-historia-laicos
- [3] Níssim de Alonso, Imperio romano: El triunfo del cristianismo. https://revistadehistoria.es/imperio-romano-el-triunfo-del-cristianismo/
- [4] Eduardo Manzano Moreno, El Surgimiento del Islam en la Historia, https://digital.csic.es/bitstream/10261/14026/1/554260.pdf
Yo no conozco Jerusalén. Pero la he visitado en los libros y artículos que he leido sobre ella. Su artículo, Luis, me ha hecho pasear por todos esos sitios santos, los he palpado, olido y he oído los murmullos que parten de las entradas y se agolpan en las paredes. Gracias por ellos.
William Alberto Salazar
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