Por Fernando Miranda
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Detesto el sabor de la pizza, el olor que emana de ella me hace querer dejar mi humanidad, deshacerla con los dedos para que deje de existir, sin importar el que me llegue a quemar, a que me llegue a batir de queso y salsa, y oler el resto del día. Pero hay que trabajar haciendo pizza. Cuando se prepara pizza con Ángel, es atenerse a no tener algún ingrediente, el que siempre falte, inclusive hasta las benditas charolas para servirlas. En esta ocasión nos faltó el queso y la salsa de tomate para poder hacer la primera pieza, así que me mandó a comprar queso parmesano, chihuahua, un puré de tomate, dos pesos de orégano, dos paquetes de charolas y un cátsup grande. Todo que sea barato, pero de no tan mala calidad. No tardé más de una media hora para conseguir todo en el mercado de enfrente. Al llegar ya tenía listo en bolsas los chiles cuaresmeños y la piña. De en balde fue meterlas en bolsas si iba a llegar a romperlas para picar todo aquello.

En serio que detesto tener que hacer pizza y para no pensar que tenía que oler, sentir y paladear su sabor, me puse a pensar en ti cariño. La semana que ha pasado te he querido más que las pasadas y te he llevado entre mis momentos más solitarios en el día, hoy no es tan solitario, pero me gusta pensarte mientras hago pizza. Y tanto me concentré en la vez que toqué tus manos tres horas seguidas, donde mis labios suplicaban un beso tuyo y no recibí más que una triste despedida aquel miércoles treinta, que por poco me corto los dedos picando la piña en cubos. Después me mandaron a tener que extender la masa en las charolas de metal para prepararlas. Primero el puré de tomate revuelto con orégano (sabe del asco cariño, nunca te llevaré a comer pizza ahí) y después el jamón cortado en cuadros, extendidos por toda la masa. Y ahí en lo que extendía el jamón, quise tratar de no marearme y decir maldiciones a todo mundo. Fue tan, pero tan incómodo tener que hacer una pizza y que no estuvieras conmigo para hacerla juntos.

Tengo un problema muy grande, me desagrada la pizza como me desagrada tener los bolsillos vacíos. Últimamente no hay mucha plata, pero también últimamente vivo y con tu compañía, no sólo a cartas, sino también porque te llevo en el pecho, en el corazón, en el pensamiento y en mi pluma que te hace los versos más lindos que me pueda imaginar. Me haces imaginar, volar y soltarme en las nubes, en un frío arrasador con un calor de horno que me llama y confundo con tus brazos y besos; por poco me quemo los dedos al querer meter la primera pizza del día. Me vuelves loco, tu loco cocinero, tu tonto enamorado y tu extasiado poeta taciturno que toma turnos por las noches para decirte cuanto te quiere, cuanto te extraña, cuánto te adora debajo de una repisa mi virgen adorada. Y si te soy honesto ya cuando avanzó más del medio día, estaba cansado de tener que gritar el precio de las rebanadas, de acomodarlas cajas para empacarlas, de tener que cuidar a la clientela porque comiera su pizza caliente, o recalentada. Sepa que la pienso cuando grito y trato de no desfallecer con el olor de esas pizzas en el tianguis; pensarla se me hizo un vicio tan hermoso que ni siquiera es vicio sino placer, y el placer es grande porque acá conmigo siempre existes, aunque no nos vemos desde 2020. Aún sufro por ello, pero llegará el verano para poder plantar los besos que me he hecho en ilusiones contigo. Te quiero.
Fer Miranda ha inventado quizás un subgénero, un tipo de ‘recetapoemario’ desde sus últimas publicaciones.
Lo que más me gusta del autor es que refleja lo cotidiano de la vida como es el acto de cocinar en algo que es en realidad extraordinario, pero al ser parte de la rutina pasa desapercibido. Parte de nuestro día también se va en pensar o recordar a aquellas personas especiales que aunque no están tangibles en el momento, siempre están en la mente cariñosa, enamoradiza y resbaladiza que todos podemos llegar a tener.
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Este hombre es multitask y contradictorio :compra los ingredientes, prepara, empaca, vende y entrega las pizzas. Odia su trabajo y para seguir preparando, aguantando, las pizzas piensa en ella… así que están hechas con amor, ¿será entonces la receta del éxito? Muy buen cuento. Felicitaciones
will
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