Los experimentos de Tuskegee

Por Gabriela Peña

Tiempo de lectura: 4 minutos

Aquel que no conoce su historia esta condenado a repetirla

Napoleón Bonaparte

La sífilis es una enfermedad producida por una bacteria conocida como Treponema Pallidum, dicho microorganismo fue observado por primera vez el 3 de marzo de 1995 por Fritz Schaudinn, en una muestra recogida por el dermatólogo Erich Hoffman.  Se puede transmitir por vía sexual o de manera vertical, es decir de madre a su hijo durante el embarazo. Sin tratamiento tiene la capacidad de evolucionar a diferentes fases y dependiendo de éstas dar las manifestaciones clínicas correspondientes.

Respecto a su origen, ha sido bastante controversial; existen dos hipótesis. La primera es la “Hipótesis Colombina” la cual explica que la enfermedad fue llevada de América a España en el siglo XV por la tripulación de Cristóbal Colón, propagándose por toda Europa durante los siglos XVI y XVII, causando una epidemia de sífilis.

La segunda es la “Hipótesis Precolombina” que a diferencia de la anterior considera que la enfermedad estaba en Europa antes de que Colón llegara de América. Esta se apoya de estudios microscópicos realizados por la Universidad de Bradford a esqueletos encontrados al norte de Inglaterra que presentaban lesiones óseas aparentemente originadas por sífilis. Actualmente no existen estudios que puedan corroborarla.

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Al principio, los médicos desconocían como tratar la enfermedad, lo que hizo que todos los medios tradicionales que la medicina antigua había legado a la Edad Media fueran utilizados: régimen alimenticio, aguas minerales, sangrías, purgantes, evacuantes, vegetales, así como algunos remedios singulares sugeridos por el empirismo, como el caldo de carne asada o el sirope de serpiente, sin ningún resultado. 1

Llegaron incluso a recurrir a santos y dioses por considerar la enfermedad como un castigo divino. Algunas ciudades optaban por aislar a los enfermos mientras que otros procedían a expulsarlos, contribuyendo aún más a su propagación.

Posteriormente se admitió al mercurio como tratamiento para combatir tal enfermedad, prevaleciendo por siglos. Sin embargo, tenía un inconveniente: era altamente toxico y tenía efectos graves para la salud del paciente, llevándolo incluso a la muerte. Como alternativa a éste se propuso el guayaco, pero tiempo después fue desechado ya que pese a no ser toxico, los resultados frente a la enfermedad eran poco prometedores.

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Posteriormente, se introdujeron los yoduros, los arsenicales y el bismuto; teniendo éxito relativo y logrando reemplazar el uso del mercurio. Finalmente, para 1943 se introdujo la penicilina, lo que supuso un antes y un después en el tratamiento de la sífilis. Fue John Mahoney, Richard Arnold y AD Harris los que la utilizaron por primera vez para tratar a cuatro pacientes, logrando su curación. A partir de entonces su uso se extendió, pasando a ser el tratamiento de elección.

Entre los años 1932 a 1972 se llevó a cabo el “Experimento Tuskegee” o también conocido como “Estudio Tuskegee sobre sífilis no tratada en varones negros”, llamado así porque se realizó en Tuskegee, Alabama. Fue un estudio clínico realizado por el Servicio Público de Salud de los Estados Unidos con el propósito de analizar la evolución natural de la enfermedad, así como reconocer las etapas de ésta y poder desarrollar tratamientos que pudieran influir en cada una de ellas.

Para él se eligieron a 600 hombres afroamericanos en su mayoría analfabetos, con bajo nivel adquisitivo y cultural. 400 de ellos padecían sífilis y los 200 restantes eran sanos, a quienes se les tomaría como grupo de control para poder comparar la evolución de ambos grupos. A cambio de su participación recibirían tratamiento médico gratuito, así como pago del transporte, comida y en caso de fallecer se harían cargo de los gastos.

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Sin embargo, nunca dieron su consentimiento informado, ni recibieron explicación acerca de su enfermedad; recurriendo al engaño para conseguir que colaboraran, haciéndoles creer que tenían “mala sangre”.

Para el año en que el estudio inicio, como hemos comentado, los tratamientos disponibles eran tóxicos, agresivos y de efectividad cuestionable. Les mandaban cartas engañosas con títulos como: “Última oportunidad para un tratamiento especial y gratuito”. Durante estos años a los pacientes se les practicaban punciones lumbares, haciéndoles creer que eran terapéuticas.

Once años más tarde con el uso extendido de la penicilina para tratar la sífilis, se esperaba que recibieran la medicación adecuada. Sin embargo, nunca lo hicieron. Al contrario, la investigación se postergo 20 años más, sobre la cual se llegaron a publicar hasta 13 artículos en revistas médicas; así que era un secreto a voces del que gran parte de la comunidad médica tenía conocimiento.

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Esta llegaría a su fin en el año de 1972, cuando el periodista J. Heller publicó un artículo en el New York Times hablando sobre las violaciones éticas, generando polémica y gran controversia. Para entonces 28 hombres de los que estaban enfermos habían muerto, 100 más tenían complicaciones derivadas de la enfermedad. 40 mujeres, parejas de los participantes habían sido contagiadas y 19 niños desarrollaron sífilis congénita. Años más tarde, quedó demostrado que, sin la penicilina, la esperanza de vida se reducía hasta un 20%.

¿La justificación de los investigadores? Fue que solo estaban observando la evolución natural de la enfermedad. Pese a que años atrás ya existían códigos éticos como el de Nüremberg o la Declaración de Helsinki, en los que su premisa principal era anteponer el bienestar del ser humano ante cualquier investigación médica.  Lo anterior dio pie a que el tema sobre la ética médica en investigaciones en donde participaran seres humanos cobrara aún más relevancia, derivado de ello en 1979 se elaboró el informe de Belmont y se creó el Consejo Nacional de Investigación en Humanos. En el primero se establecen los principios básicos de la praxis médica.

1.- Respeto a las personas. 2. Beneficencia y 3. Justicia; los cuales serían universales para toda la bioética. Sumándose después el 4to: la no maleficencia. 

Referencias

  • Respeto a las personas. 2. Beneficencia y 3. Justicia; los cuales serían universales para toda la bioética. Sumándose después el 4to: la no maleficencia.
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