Déjalos ir con amor

Por Adriana Pizaña

Tiempo de lectura: 6 minutos

En muchos países y en muchas culturas existe la creencia de que una vez que alguien muere, ya no vuelve jamás o peor aún si vuelve lo hará de manera siniestra o atemorizante. Sin embargo, en México desde tiempos muy antiguos creemos que nuestros seres queridos vienen al mundo terrenal el 2 de noviembre para convivir nuevamente con nosotros. Este día está lleno de colores y sabores, pero lo más importante es que nos da la oportunidad de conectarnos con nuestros seres queridos que ya no están con nosotros a través de las ofrendas.

La festividad de día de muertos dignifica a la persona, a su familia sus diferentes formas de ser y sus costumbres.

La tradición es una forma sana de expresar y cerrar el proceso de duelo por un ser querido que ha fallecido, es una forma de honrar su memoria con mucho cariño y de recordarle cómo era en vida y no en sus últimos días o en el momento de su muerte.

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Colocar el altar de muertos es una forma de decir “sé que ya no estas físicamente aquí, pero sé que siempre estarás conmigo”. Si bien es cierto aun duelen las partidas y es normal recordar y que nos cause nostalgia, pero cómo saber entonces si tu proceso de duelo está sanado.

Inicialmente el duelo es el sentimiento provocado por la pérdida, en este caso la muerte de un ser querido. Suele utilizarse como sinónimo de luto, aunque en sentido estricto, el luto se refiere al proceso mediante el cual se resuelve el duelo, a la expresión social de la conducta y las prácticas posteriores a la pérdida.

Existen 5 etapas de duelo y es necesario pasar todas para llegar a la sanación, la primera etapa es la negación. Este mecanismo de defensa busca amortiguar el shock que produce la nueva realidad para solo dejar entrar en nosotros el dolor que estamos preparados para soportar. Se trata de una respuesta temporal que nos paraliza y nos hace escondernos de los hechos. La frase que podría resumir la esencia de esta etapa es, “esto no me puede estar pasando a mí”.

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En este primer momento, el mundo pierde sentido y nos preguntamos cómo podemos seguir adelante. No es que estemos negando que la muerte o la pérdida se hayan producido, sino que nos invade un sentimiento de incredulidad de que la persona que amamos no la veremos nunca más.

Los sentimientos de esta etapa nos protegen brindando a nuestro cuerpo y mente un poco de tiempo para adaptarse a esta nueva realidad sin la persona fallecida. Luego el doliente comienza a sentirse como si lentamente estuviera despertando, recordando lo sucedido progresivamente.

La escucha y la comunicación abierta son dos herramientas claves en el acompañamiento de esta etapa.

La segunda etapa es la ira. La rabia y el resentimiento que aparecen en esta etapa son fruto de la frustración que produce saber que se ha producido la muerte y que no se puede hacer nada para arreglar o revertir la situación, es por eso que aparece una fuerte sensación de enfado que se proyecta en todas las direcciones, al no poder encontrarse ni una solución ni alguien a quien se le pueda responsabilizar completamente por la muerte.

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Debajo de esta ira ilimitada se encuentra el dolor producido por esta pérdida. Si somos capaces de identificar esta ira y expresarla sin temores podremos comprender que ella es parte del proceso de curación.

Para eso se pueden emplear diversos métodos de expresión como escribir una carta al ser querido fallecido para expresar tu enojo, establecer un diálogo imaginario con ellos para compartir tus sentimientos, hablar con un amigo o familiar, realizar ejercicios físicos o bien prácticar la meditación como un camino para calmar y canalizar estas emociones.

La tercera etapa es la negociación en esta etapa se busca una tregua temporal para negociar el regreso de nuestro ser querido muerto a cambio de diversas promesas que implican cambios de hábitos y pensamientos. Se desea volver a la vida que se tenía antes de que muriera el ser querido y que éste vuelva a nosotros.

Se concentra gran parte del tiempo en lo que el doliente u otras personas podrían haber hecho diferente para evitar esta muerte. Las intenciones de volver el tiempo atrás es un deseo frecuente en esta etapa para así haber reconocido a tiempo la enfermedad o evitar que el accidente sucediera.

En esta etapa, los familiares deben dejar que el doliente se haga todas las preguntas que crea necesarias. Es necesario no intervenir en el proceso y dejarle que experimente estos sentimientos y preguntas ya que lo acercarán cada vez más a la aceptación de la realidad de la pérdida.

Las personas en duelo suelen relatar una y otra vez cómo ha sucedido esta muerte hasta en sus más mínimos detalles. Hay que ser paciente frente a la repetición de esta historia ya que es una manera de aceptar progresivamente la muerte. Esta es la etapa más corta de todas.

 La depresión es la cuarta etapa y en esta se siente tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá. La atención del doliente se vuelve al presente surgiendo sentimientos de vacío y profundo dolor. Se suele mostrar impaciente ante tanto sufrimiento sintiendo un agotamiento físico y mental que lo lleva a dormir largas horas. Además, la irritabilidad y la impotencia toman un gran protagonismo ya que durante esta etapa se enfrenta a la irreversibilidad de la muerte.

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Durante esta etapa es importante brindar un espacio en donde el doliente pueda encontrarse con su dolor sin sentirse invadido por los demás.

Y la última etapa es la aceptación. El doliente llega a un acuerdo con este acontecimiento trágico gracias a la experiencia de la depresión. Esta etapa no significa que estamos de acuerdo con esta muerte, sino que la pérdida siempre será una parte de nosotros. Este proceso nos permite reflexionar sobre el sentido de la vida, así como lo que queremos de la vida a partir de ahora.

 Esta última etapa permite a los familiares y amigos acompañar y estimular el acercamiento del doliente hacia nuevas relaciones sociales y actividades.

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No todos los procesos de duelo duran el mismo tiempo, puede ser corto o largo el periodo, pero es necesario vivirlo para sanar. La clave en el acompañamiento de cada una de estas etapas será respetar los sentimientos del doliente sin presionarlo para que tenga una recuperación más rápida.

Así que conociendo estas etapas, puedes saber si ya sanaste y estás listo para recordarlo este día de muertos o estás listo para dejarlos ir con amor.

Referencias:

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