El último trago para conocerlas

Por Lizette Ángeles

Tiempo de lectura: 4 minutos

En esta cuarta y última entrega, seguiremos abordando pintoras mexicanas llenas de talento y merecedoras de reconocimiento.

Cordelia Urueta Sierra

Nacida el 16 de septiembre de 1908 en la CDMX rodeada de una familia de artistas, diplomáticos e intelectuales. Siendo su padre, un diplomático y crítico de arte de la revista moderna. Desde pequeña mostró gran talento y delicadeza por la pintura.

En 1924 asistió a la escuela de Pintura de aire libre en Churubusco en donde se inclinó por temas nacionalistas los cuáles marcaron su primera etapa de creación artística. En 1929, viaja a Nueva York donde conoce a Alma Reed dueña de una galería y promotora del arte mexicano donde la acompaña a exponer junto con Rivera, Tamayo, etc.

Tuvo que retirarse de la pintura por cuestiones de salud. En 1932, regresa dando clases de arte. En 1952, se dedica de lleno a la pintura, aprendiendo a utilizar mejor su paleta de colores pudiendo así, expresar mejor su sentir. Su estilo se caracteriza por colores con sombra con tendencia lo oscuro, llenas de misticismo y muchas de ellas abstractas.

«Pintora de la Luna»

Los temas recurrentes en sus obras son los conflictos sociales y bélicos. Las mujeres eran muy importantes en sus obras, siendo protagonistas de lo fantástico, amores y visiones místicas. Su primera exposición fue en 1950 en el salón de la Plástica Mexicana.

Ganó el premio nacional del arte, pero lo rechazó. Su auge fue a finales de 1950, principios de 1960. Murió en 1995 después de una larga enfermedad. Cuenta con pinturas como “Pintora de la Luna”, “Ángeles de la noche”, “Los testigos”, etc.

Lilia Carrillo

El 2 de noviembre de 1930, nace en la Ciudad de México. Desde muy pequeña mostró dotes innatos para la pintura y con 17 años de edad, logró ingresar a la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda del INBA. Siendo alumna de grandes maestros como Manuel Lozano y Pablo O’Higgins, se gradúa en 1951 como maestra en Artes plásticas y logra obtener una beca para completar su formación artística en París en la Academia de la Grande Chaumiére, donde su estilo comienza a transformarse y a mostrar un acercamiento con el informalismo abstracto.

Estando allá, logra participar en dos exposiciones: Maison du Mexique (Casa de México) y en la colectiva Artistas Extranjeros en Francia y recibió la influencia de vanguardias, como el cubismo, el surrealismo, el expresionismo abstracto e informalismo abstracto.

Fue hasta 1955 que regresa a México y solo dos años más tarde comenzó a exponer con regularidad en la galería Antonio Souza. Sus pinturas se caracterizaban por tener una combinación de automatismo, informalismo y abstracción lírica. Lilia es considerada la introductora del Informalismo abstracto en México.

«Palabras Perdidos»

Sus pinturas no partían de un dibujo sino del lienzo en blanco, donde iba esbozando los trazos según lo dictaban sus emociones y sensaciones. Su turbulenta vida interior se expresa en su pintura por medio de las técnicas pictóricas aprendidas.

Sus obras no son aún del todo comprendidas (al ser abstractas) por lo que, al inyectarle un poco de imaginación, subjetividad y el contexto filosófico y psicológico de su tiempo, puedan dársele un significado propio. Cuenta con obras como “Luna de silencio”, “Introspección”, “Detrás de las palabras”. Muere en 1974.

Olga Costa (Naturalizada mexicana)

Olga Kostakowsky Fabrikant, o mejor conocida como Olga Costa, nació el 28 de agosto de 1913 en Alemania. Llega a la CDMX, a la edad de 12 años después de que su familia se había trasladado a Berlín al estallar la Primera Guerra Mundial.

Ingresó a la Academia de San Carlos en el año de 1933, pero que abandona meses después por no gustarle el método de enseñanza. Por lo que sus pinturas se consideran de origen autodidacta al no poder concluir su formación en ninguna academia. Logró exponer sus obras en lugares como Nueva York, Paris, Estocolmo, etc.

«Vendedora de frutas»

Fue una pintora importante que, a pesar de no haber nacido en México, dejó huella, dejó rastro, gracias a su amor y fascinación por la cultura mexicana además de haberse dedicado a fundar galerías, sociedades artísticas y espacios para los artistas de su tiempo.

No cuenta con una corriente artística, ya que desarrolló un estilo propio al experimentar y absorber elementos de la Escuela Mexicana de la Pintura los cuales fusionó con múltiples tendencias y escuelas europeas (impresionismo, expresionismo, muralismo mexicano, etc.).

Sus obras se caracterizan por una extensa gama de colores, la integración de elementos de naturaleza (frutas, plantas, flores) dándoles siempre un toque de alegría y vitalidad y destacando la naturaleza muerta, paisajes, retratos además de una admiración por la cultura indígena, la cual también se ve reflejada.

Tuvo un periodo activo entre 1933 a 1988, contando con más de 50 años de trabajo y sumamente activa en la vida cultural mexicana. Su cuadro la vendedora de frutas es el más famoso, el cuál en exposiciones compartidas llegaba a desplazar obras de compañeros de su tiempo.

En 1990 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Bellas Artes. Muere el 28 de junio de 1993 en la Ciudad de Guanajuato, con 79 años de edad.

Con esta entrega concluimos este viaje para comenzar a conocer artistas mexicanas que en parte hemos olvidado, es muy importante recalcar que esto no será el final de este viaje por conocer a las artistas mexicanas, quedan muchas otras que tal vez no nacieran en México pero que se volvieron mexicanas por el amor que tuvieron por nuestro país.

Estén al pendiente porque más adelante iniciaremos este otro viaje por la cultura mexicana que hemos dejado de lado.

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