Por: Pamela Benítez Cedillo
–Oh, Juli. ¿Qué has hecho?
¿Por qué nos toca sufrir de esta manera? ¿Sabes?
-Por favor, no, no, no, no
No quise hacerlo. Perdona, Lilo.
Esta también es una forma de matar ¿sabes? Sabes.
Mejor no te pregunto porque ahora lo sabes.
-Nunca te lo voy a perdonar
Sé qué dirás. Si no me lo perdonas, prométeme que ayudarás.
Ayúdalas, no permitas que las humillen como a mí. Quería decir que fue mi error. Lo es? ¿Fue mi culpa? Me voy entendiendo que sí lo fue, espero estar eternamente equivocada.
¿Sabes?
-Sé
Hablé con ellos, mis papás, antes de…tú sabes. Ahora sí.
Cuando me culparon, en sus ojos vi que no querían hacerlo, luego se acordaron de que Dios es hombre y la mujer, la razón de todos los pecados. ¿Los perdonarás? No es su culpa.
-Lo es
Si escuchan mi nombre afuera de Insurgentes, si ven mi nombre rayado en las paredes… ¿Crees que sientan algo?
Yo siento
-Lo lamento
Siento que me duele.
Me voy entendiendo que mi libertad sexual siempre fue un mito que me inventé. Lilo, <<me despido>>
Esta carta es para ti, yo entiendo bien si no la quieres guardar.
Te amo, ¿sabes?
-No habrá día donde no busque tu justicia…Juli, sé
Perdóname por no haberlo entendido antes, nunca olvidaré a lo que te mató. Maldita impunidad. Maldito vislumbro de nuestra libertad sexual.
Julissa Jaqueline fue víctima de la difusión no consentida de fotos íntimas por redes sociales, terminó suicidándose en su casa en Monclova, Coahuila, a inicios del 2019.
Este inusual diálogo que escribo al inicio de la nota refleja la reacción de Lilo, un personaje ficticio, al encontrar a su hermana Julissa muerta con una carta que describe implícitamente lo que ha hecho y las razones de su actuar. En realidad, aunque Lilo sea un personaje ficticio, no pude evitar escribirle desde mi perspectiva, desde la perspectiva de alguien que encuentra a su propia sangre fallecida, asesinada por la humillación social, por la impunidad y por la inexistente libertad sexual de la mujer.
Las pocas notas periodísticas dedicadas a describir el suceso no aclaran la existencia de alguna carta de suicidio que Julissa haya dejado. Esta nota es mi manera de hacerle justicia a Julissa, a Ana, a Bella y a todas aquellas que han sido víctimas de una de las actividades más normalizadas e impunes a nivel internacional. La carta que escribo empieza con la línea “¿Por qué nos toca sufrir de esta manera? ¿Sabes?”, en donde cuestiono el porqué, específicamente, más no únicamente, a las mujeres se les condena y castiga el vivir su vida sexual de manera libre, la humillación social es una consecuencia que va profundamente ligada.
Escribí lo siguiente “Cuando me culparon, en sus ojos vi que no querían hacerlo, luego se acordaron de que Dios es hombre y la mujer, la razón de todos los pecados” porque se le ha atribuido a la religión la responsabilidad de señalar a la mujer como inicio del pecado y al hombre, específicamente, se le ha ligado con Dios. ¿Por qué la libertad sexual de un hombre no es equivalente a la de una mujer? ¿Por qué importan los géneros en una actividad humana enraizada desde nuestro nacimiento?

“Si escuchan mi nombre afuera de Insurgentes, si ven mi nombre rayado en las paredes… ¿Crees que sientan algo? Yo siento. Siento que me duele”. En este fragmento sinceramente me cuestiono si sus agresores sentirán algo al escuchar que alguien hace justicia por Julissa, o si se escudarán en el lamentable debate de cómo se debería pedir no más feminicidios, agresión, acoso, violencia, correctamente. Al final, todos somos Lilo, nuestros lamentos llegan de manera tardía, te hemos fallado, Juli.