Por Paris Sebastián del Moral Ortiz.
No es nada raro encontrar en la televisión, radio o nuestras redes sociales, de boca de los hacedores de ruido, o del mismo Presidente, que la oposición de México es débil, minúscula o inexistente; aunque el discurso propagandístico puede modificarse según convenga y la oposición “inexistente”, en un segundo se convierte en un ente omnipresente que está haciendo que los deportistas cambien de nacionalidad, los policías protesten o tener en mente un plan maestro de golpe de Estado (hágame el favor). Dejando de lado propaganda, lo que como demócratas nos debería de preocupar es: ¿realmente existe oposición en México?, ¿cuál es la cara de la oposición? Y sobre todo, ¿cómo yo puedo ser oposición?
¡Sí! En México existe oposición por más que se le quiera invisibilizar, tiene muchos rostros y no se resume en la partidocracia cansada, ni en los actores políticos que acaparan los reflectores, la oposición mexicana va más allá de los congresos subordinados o grupos reaccionarios poco organizados. La oposición mexicana reside en causas, principios y valores que están siendo descartados por el grupo en el poder, la oposición está viva en el activista, la sociedad civil organizada, el universitario, los ambientalistas, la comunidad indígena que resiste y un largo etcétera de luchas que son incómodas para los intereses de la cúpula del ganso; pero también la oposición reside en los prejuicios y deseo de retroceso, aquí es donde encuentra su descomposición.
Desde aquí una advertencia: toda oposición que nazca o se movilice por prejuicios, es decir, que su mayor motor sea el clasismo, la xenofobia, la homofobia o la misoginia y sus opiniones sean meramente reactivas y nada propositivas, están destinadas al fracaso y al caos. Política de hígado contra hígado, política de improvisación contra improvisación, fuego contra fuego.
Una oposición eficaz debe ser heterogénea, plural e incluyente. Ejemplos hay muchos como las acciones de Truman hasta Johnson a favor de las personas afroamericanas para contrarrestar la influencia ideológica soviética en Estados Unidos aunque les costara divisiones dentro de sus partidos y polarización nacional; hoy son materia de libros de historia la URSS y los políticos que abiertamente luchaban por la segregación en EUA. La democracia debe de evolucionar, y con ella, la tan necesaria oposición, ser para los más y no para los menos; una buena oposición debe de ser vista como una opción a la cual sumarse, no como un grupo de elite o club social, por más que sea latente el aspiracionismo mexicano; se necesitan bases con convicción y no sólo de apariencia.
La buena oposición debe tener fundamentos, valores a los que adherirse, principalmente valores que abanderan a aquellos que sienten amor profundo por la democracia: libertad, pluralidad, justicia, legalidad, respeto, solidaridad y participación. La oposición que necesita México es aquella que crea fervientemente en sus causas, que tenga presente la importancia del individuo y el sentido de ciudadanía, una oposición que sea un faro en la oscuridad.
El ejercicio de autocrítica no es opcional, es vital para existir y transformar; aprendamos de nuestra partidocracia. La mayoría de los partidos que intentan ser un contrapeso aún no entiende qué pasó el 1 de julio de 2018, ni cuál es su responsabilidad en ello, por lo tanto no pueden cambiar y avanzar; mientras el partido en el poder no tiene la capacidad de ver sus propios errores y debilidades, por lo tanto no puede transformar ni regenerar.
Lo más importante de entender es que la buena oposición existe para construir un mejor país, para vigilar al poder y denunciar sus excesos y para impulsar los valores democráticos, extirpando todo indicio de totalitarismo.
Autonombrarse oposición en estos tiempos, solo por llevar la contra a un gobierno, no basta. México exige que seamos oposición de la injusticia, inseguridad, violencia, desigualdad, discriminación y corrupción; vengan de donde vengan estos males. Necesitamos contrapesos en las calles, en las conciencias y corazones de nuestro pueblo más que en los congresos. Seamos la oposición que necesitamos.